LA FILOSOFÍA Y SUS MITOTES

Bienvenidos a este espacio, en donde se espera el diálogo y la reflexión. Le hemos puesto "La filosofía y sus mitotes" en primer lugar porque aquí se publicarán ensayos y articulos de indole filosófico. Y en segundo lugar, porque pensamos que la filosofía debe ser festiva, de allí la palabra "mitote", que viene del náhuatl mitotiqui y del itotia, que significa fiesta .
Nosotros queremos darle un sentido festivo a la filosofía, que cada diálogo, que cada aportación de ustedes sea una fiesta. Gracias.

lunes, 21 de enero de 2008

FILOSOFÍA Y DESEO

FILOSOFÍA Y DESEO
Realizó: Uriel Guerrero López

INTRODUCCION


El Propósito de este trabajo es el de abordar la concepción antropológica que ha desarrollado el psicoanálisis y a partir de ella responder a la siguiente pregunta: ¿Es el deseo lo que impulsa a ciertos hombres y mujeres a filosofar?

Tal interrogante surge a partir del interés de buscar lo que origina que ciertas personas busquen la filosofía y la cultiven, aclaro que aquí no me interesará dar fórmulas o recetas de cómo hay que filosofar, sino el buscar el origen más arcaico, más primigenio que motive el filosofar. Apoyándome de las conferencias de Jean-François Lyotard tituladas ¿Por qué Filosofar?[1]para desarrollar el presente trabajo. Y tomo la noción de “hombre” que el psicoanálisis esboza pues considero que nos permitirá entablar un diálogo enriquecedor al momento de responder la pregunta que más arriba he planteado.

Teniendo en cuenta la discusión que hay entre psicoanalistas y filósofos.
Mis pretensiones en este ensayo no son las de subordinar una disciplina a la otra, sino tomar al psicoanálisis como aparato crítico que oriente la reflexión con respecto al filosofar. Ya que considero que el psicoanálisis tiene algunas propuestas que el filósofo no debe ignorar sino que puede integrarlas como nuevo material para su reflexión y así ampliar su visión de lo que acontece en el mundo.

El trabajo es dividido en los siguientes apartados:

I.- EL FILOSOFO Y LA CONCEPCIÓN PSICOANALITICA DE “HOMBRE”, Aquí se buscará definir qué es el filósofo en relación a la noción antropológica que da el psicoanálisis.
II.- EL DESEO, Se buscará sostener, en este apartado, que el deseo es lo que impulsa al filósofo a lanzarse a la búsqueda del saber. Lo que lo vincula al a filosofía.
III.- CONCLUSIONES



“Desde el momento en que existe el hombre, acontece de algún modo el filosofar.”
Martin Heidegger

I.-EL FILOSOFO Y LA CONCEPCIÓN PSICOANALÍTICA DE “HOMBRE”

a) EL FILÓSOFO

Ya muchos se han ocupado de elaborar en qué consiste filosofar, cuáles son los elementos que deben integrarlo, qué actitudes tener, qué privilegiar, etc.[2] Pero preguntémonos porqué es necesario hacer semejantes prescripciones al filósofo. O porqué en ciertas ocasiones dudamos en desarrollar cierto problema al pensar que no es filosófico. En tales casos, quizá haya más, ¿qué ocurre?

Lyotard[3] nos plantes lo siguiente:


Para la mayoría de la gente, para la mayoría de ustedes, la filosofía esta ausente de sus preocupaciones, de sus estudios, de su vida. Incluso para el mismo filósofo, si tiene necesidad de ser continuamente recordada, restablecida, es porque se hunde, porque se le escapa entre los dedos, porque se sumerge


Lyotard evidencia la condición escurridiza de la filosofía y con ella, la necesidad de “ser continuamente recordada” y “restaurada”. Pero ¿por qué se escapa? ¿Porqué se le esfuma incluso al filósofo?

El propio filósofo francés nos dirá que, porque la filosofía es como un acto fallido, incluso cita a Freud.

Esa referencia a Freud que hace Lyotard no es de ningún modo fortuita. En primer lugar, la intención de Lyotard no es el de explicarnos en qué consiste la filosofía y ya. No le basta con decir “la filosofía se le escapa al filósofo porque...” y “para evitarlo necesitamos hacer…” Su pregunta central es “¿porqué filosofar?”, por eso no hace un estudio de metafilosofía, pues al hacerlo y recurrir al psicoanálisis para explicar a la filosofía sería algo peligroso, pues sería definir a la propia filosofía desde algo externo ella.

Y en segundo lugar, su intención es la de llevarnos a un origen más primigenio del acto de filosofar. Aquel vestigio que el filósofo ha dejado sepultado: el deseo. Por tal motivo llama al psicoanálisis.

El psicoanálisis, entonces, recupera y lleva para tratarlo en el campo de la sabiduría, lo que los discursos triunfantes de las filosofías y las ciencias positivistas dejan de lado, a saber: el amor y el deseo, la falta y la alteridad.[4]



Esta combinación, este diálogo interdisciplinario, hace que la reflexión sea más fecunda. Sin embargo, tengamos presente que esta camaradería entre filosofía y psicoanálisis debe comprenderse lo suficiente, de lo contrario terminaríamos excediendo los límites de cualquiera de las dos.

Por lo tanto, será importante señalar la concepción antropológica que ha formulado el psicoanálisis, pues no hay que olvidar que el filósofo antes de serlo es hombre ( o mujer si es filósofa), como llego a exhortar Hume.

b) LA CONCEPCIÓN PSICOANALÍTICA DE “HOMBRE”

A continuación cito al fundador del psicoanálisis[5]

Nuestra cotidiana experiencia personal nos muestra ocurrencias, cuyo origen desconocemos, y resultados de procesos mentales, cuya elaboración ignoramos. Todos estos actos conscientes resultarán faltos de sentido y coherencia si mantenemos la teoría de que la totalidad de nuestros actos psíquicos ha de sernos dada a conocer por nuestra consciencia […] no es sino una pretensión insostenible el exigir que todo lo que sucede en lo psíquico haya de ser consciencia.
En este pequeño párrafo podemos darnos cuenta de la novedad que Freud ofrecía al mundo al definir al hombre como aquel que contenía dos dimensiones distintas. La consciente y la inconsciente. Sale a la luz una concepción que pinta al hombre como aquel que tiene que lidiar con dos fuerzas contrarias.

El hombre, en cuanto tal, se constituye, en la integración de la dualidad discordante e irreductible de logos-alogos. [6]


El hombre es integrado por lo racional y lo irracional. Y esto no para allí, se agregará que lo “alogico es el horizonte que orienta la realidad humana”[7], es decir, que lo irracional tendrá gran repercusión en la existencia del hombre, de modo contrario a lo que se venía sosteniendo en el ámbito filosófico.

Siguiendo la exposición de Ortega Bobadilla[8] quien coloca un listado de elementos filosóficos a los que se contrapone Freud, los cuales son

(1) La visión en primera persona: que la introspección proporciona la perspectiva desde la cual se investiga la naturaleza de lo mental.
(2) Los objetos de la mente. Que hay un tipo de objeto mental presente para o ante la mente, que media entre el sujeto, o sujeto cognoscente, y el objeto conocido.
(3) La transparencia de lo mental: que el significado de una palabra o signo está de inmediato presente, sin mediación, y es transparente para la mente.
(4) El internalismo: que el contenido del pensamiento puede ser separado de toda conexión con el mundo real; incluyendo otras personas; en otras palabras, que nuestras ideas pueden ser tal cual son, aunque el mundo fuera diferente.


Es más que evidente que Freud está en contra de la noción del Yo cartesiano. El cual ha marcado una fuerte tendencia en la tradición filosófica, respecto a la concepción del hombre.
No olvidemos que en la época en donde Freud presenta semejante tipo de ideas, la filosofía privilegiaba precisamente lo que él estaba refutando.

Entonces, la filosofía tendrá que

“no adjudicarle un papel secundario en la actividad mental y desechar la primacía de la conciencia como rectora de la actividad humana, en otras palabras, aceptación de dos cuestiones: el hilo irracional que recorre al ser humano, y el sujeto del Inconsciente.”[9]
Ante la posible conciliación entre filosofía y psicoanálisis, alguien podría decir que Freud sostuvo una encarnizada crítica hacia la filosofía y los filósofos, pues los consideraba unos “narcisistas”. También podría citarse a Lacan, como quien buscó distanciarse de la filosofía. Lo cual demuestra lo difícil o problemática que puede ser un encuentro como tal, según podría refutarse.

Para dejar claro la aceptación que se ha dado entre los filósofos y las posturas freudiana o del psicoanálisis pondré lo dicho por Ortega Bobadilla, quien no sólo cree posible dicho nexo, sino que nos demuestra que es un hecho

No es difícil buscar y encontrar en el trabajo de los filósofos una relación de filia hacia el psicoanálisis y los temas abordados por éste. De hecho, algunos pensadores han asimilado a sus posiciones, las temáticas freudianas al punto de tomar al psicoanálisis como referente esencial, poniendo de manifiesto, la legitimidad de considerar al psicoanálisis mismo como objeto filosófico […] Filósofos con posiciones disímiles, tales como: Althusser, Derrida, Barthes, Adorno, Horkheimer, Ricoeur, Forrester, Deleuze, Marcusse, Lyotard, Habermas, Jean Paul Sartre (autor del primer guión Freud, pasiones secretas 1962), Goux y […] Foucault; por sólo mencionar algunos, han profundizado en la obra del creador del psicoanálisis[10]
Volviendo a la concepción del hombre dad por el psicoanálisis y considerando la dimensión de lo irracional que hay en el hombre, en esta podemos apuntar todo aquello que tenga que ver con las pasiones. Y en tal categoría podemos suscribir al deseo.

Tomando en cuenta todo lo dicho hasta aquí y retomando la explicación de Lyotard, anotaremos lo siguiente

Por eso la respuesta a « ¿por qué filosofar? » se halla en la pregunta insoslayable ¿por qué desear?[11]



En suma diré que, el filósofo en tanto hombre se ve envuelto por lo irracional, por el deseo; muy a su pesar, pues siempre habrá alguno que crea estar por encima de tal condición. Ante tal creencia tan sólo reflexionemos porqué tal o cual filósofo prefiere hablar de este u otro tema, ya sea de lo más abstracto y elevado, podemos decir de manera provisional que, porque le da la gana, porque quiere.

Todo lo anterior nos conduce al siguiente elemento de nuestra reflexión, el cual es el deseo.

II. EL DESEO

Para analizar la relación entre filosofía y deseo, tomaré la definición etimológica de “filosofía” que Lyotard[12] desarrolla en su primera conferencia.

Me parece que esta inmanencia del filosofar en el deseo se manifiesta desde el origen de la palabra si nos atenemos a la raíz del término sophia: la raíz soph- idéntica a la raíz del latín sap-, sapere, y del francés savoir y savourer. Sophon es el que sabe saborear; pero saborear supone tanto la degustación de la cosa como su distanciamiento

El filósofo es aquel que desea la sabiduría o el que sabe degustarla. Es curiosa la semejanza que Lyotard encuentra entre “saber” y “sabor”. La degustación o el saber saborear implican cierto acto de satisfacción que no se tiene, que se busca, que se desea.

El deseo contagia su insatisfacción y su inquietud al pensamiento y a la razón[13]


El deseo no impide el influjo de la razón. Por tal motivo el filósofo es aquel que logra o busca contener al deseo y la razón en un mismo sitio, es decir, en él. Por eso el filósofo está enamorado de la sabiduría. Pero esta sabiduría se juega en la dialéctica de la presencia-ausencia, por tanto,
La sabiduría no puede ser objeto de intercambio, no porque sea demasiado preciosa para encontrarle una contrapartida, sino porque jamás está segura de sí misma, constante pérdida y constante por buscar, presencia de una ausencia.[14]

Entonces, el deseo tiene que ser presentado como Eros. Eros como el hijo de Poros y Penia, aquel símbolo que enmarca la condición del hombre, del filósofo.

El deseo no pone en relación una causa y un efecto, sean cuales fuesen, sino que es el movimiento de algo que va hacia lo otro como hacia lo que le falta a sí mismo. Eso quiere decir que lo otro […] está presente en quien desea, y lo está en forma de ausencia.[15]



En el pensamiento griego esta dialéctica era la que conducía a la unidad. Y cuando esta se rompe, al privilegiar cualquiera de las partes en disputa, la unidad se pierde, de allí la incesante necesidad de buscar mantenerla. Es por esta concepción del cosmos que tenemos a un Heráclito diciéndonos que la armonía se encuentra en la guerra. O tenemos un Parménides anunciando que todo es Uno. La sabiduría es aquella unidad que se integra por opuestos. O por lo menos se le tiene presente cuando no está. Pues precisamente en ello consiste el deseo del filósofo. Busca el saber porque no lo posee. Recordemos a Sócrates, que era la ignorancia quien lo movía. Y esa es la diferencia entre le sabio y el filósofo. El segundo persigue aquello que el primero posee. Sin embargo, pareciera que siempre se le escapa de las manos.

Pues es en este juego de ausencias y presencias en donde el filósofo siempre pone a examen lo poco que tiene. Cosa que el sabio o el dogmático no suelen hacer. A modo de buen catador, el filósofo se deja penetrar por las conclusiones a las que ha llegado. Luego, para juzgar tales conclusiones o saberes tiene que distanciarse de aquello y ese distanciamiento, ese examen le obliga, la mayoría de las veces a abandonarlo o a modificar parte de su construcción. Para evidenciar lo anterior pongamos de ejemplo a Platón, quien ya avanzado en edad, tuvo que poner a prueba su pensamiento y se vio en la necesidad de modificar ciertas partes de su sistema. O para ahorra palabras pondré la cita de Bergson que Eliane Amado Levy-valensi[16] pone como epígrafe en uno de sus capítulos.

Si quiero comunicar a quien no sepa griego la impresión simple que produce en mí un verso de Homero, daré la traducción del verso, tras de lo cual comentaré mi traducción, después desarrollaré mi comentario y de explicación en explicación me iré acercando cada vez más a lo quiero expresar; pero jamás llegaré a ello. Bergson, La penseé et le Mouvant. Introduction a la métaphysique
[El pensamiento y lo moviente. Introducción a la metafísica].


El filósofo no es aquel que hereda y desarrolla un pensamiento estable, es decir, aquel que esté exento de la discontinuidad, de la corrección, del diálogo. La filosofía se ve inserta en una historia que llamamos de la filosofía. En donde vemos una guerra constante, en la cual, por ejemplo, un Aristóteles interroga a un Platón, dialoga con él y lo refuta. O apreciamos la diferencia entre el pensamiento de Descarte y el de Kant. Mas no podemos afirmar que esta historia es la historia del progreso del pensamiento. No se descalifica a Platón por el hecho de ser un filósofo antiguo y se afama aun filósofo contemporáneo por ser muestra de la perfección y evolución del pensamiento, cosa que puede darse en otras disciplinas, pero no aquí. En esta historia, se retoma el pensamiento de alguno y se rechaza el cualquier otro pues depende del momento histórico y en especial del problema que el filósofo precise responder. Pues no hemos de olvidar que la filosofía es “hija de su tiempo” tal y como nos dice Lyotard y como podemos evidenciar en la historia de la filosofía. La historia y la sociedad serán otros escenarios en donde se atestigüe la presencia del deseo. Entendiendo a este deseo como deseo de unidad, de presencia en la ausencia. Es por esta ausencia por la que el filósofo tiene que volver a empezar, día a día. Su búsqueda de unidad e integración, en el sentido griego de unidad, siempre es imperfecto, inacabado. Por tal motivo tiene que iniciar de nuevo. “Husserl decía que el filósofo es un eterno principiante” apunta Lyotard.[17]O como en la cita de Bergson que he puesto más arriba, es un querer llegar sin poder hacerlo. En esta tención se produce el deseo. Deseo que, como se ha venido sosteniendo, es origen del filosofar.

Entonces, todo este camino recorrido lleno de refutaciones, de querer llegar a explicar algo sin poder hacerlo del todo, este andar sin llegar a ningún lado ¿de qué nos sirve?

Tendremos que concluir que, francamente, filosofar no sirve para nada, no conduce a nada, puesto que es un discurso que no obtiene jamás conclusiones definitorias, ya que es un deseo que no obtiene jamás conclusiones definitivas, ya que es un deseo que se arrastra indefinidamente con su origen, un vacío, el filósofo hace un triste papel ante sus colegar, los cuales sí que tienen cosas que enseñar. ¿Para qué sirve filosofar?, se le pregunta. El eco de un tribunal de Atenas, un día cualquiera del año 399 antes de nuestra era, responde que, efectivamente, no sirve para nada, y ese eco clama desde lejos contra el filósofo: ¡muera![18]

Esta sensación de que la filosofía no sirve para nada es constante, es más si se encuentra uno en una sociedad en donde se valore lo útil o lo práctico. Claro que la filosofía, en este tipo de sociedades en la cual nos desplazamos, seguirá preservándose, como en aquella anécdota que cierta vez escuché en donde se le preguntaba a un rector de alguna universidad que porqué mantenía aún la facultad de filosofía. Este simplemente respondió “por prestigio”.

Si escuchamos la concepción del hombre que el psicoanálisis nos da y le tomamos en cuenta, entonces comprenderemos que el servicio que brinda la filosofía no está relacionado con aquella utilidad que reportan otras disciplinas, sino que su servicio es más elemental, más íntimo al alma del hombre.

El psicoanálisis nos dijo que el hombre es la unión entre lo racional y lo irracional, que en él converge el deseo. El deseo es la presencia de la ausencia, es carencia. El filósofo en tanto hombre, evidencia la carencia, es el que busca sin encontrar, su naturaleza es semejante a la de Eros. Y son precisamente aquello que experimentan la carencia de lago, ya del sentido o de alguna explicación, los que precisamente se arriesgan a la búsqueda de algo que les hace falta, es decir el saber.

Entonces, habrá quienes sigan filosofando, pues encontrarán allí, no algo útil en el sentido de otras disciplinas, sino el puro deseo.

He aquí, pues, porqué filosofar: porque existe el deseo, porque hay ausencia en la presencia, muerte en lo vivo; y porque tenemos capacidad para articular lo que aún no lo está; y también porque existe la alienación, la pérdida de lo hecho y el hacer, entre lo dicho y el decir; y finalmente porque no podemos evitar esto: atestiguar la presencia de la falta con la palabra.
En verdad, ¿cómo no filosofar?[19]


III. CONCLUSIÓN

Hay trabajos de filósofos eminentes en donde de detienen un momento a reflexionar qué es filosofía. Incluso se ha ido abonando la bibliografía de trabajos de metafilosofía. Trabajos que buscan contestar el qué y el cómo, en relación a la filosofía no son difíciles de encontrar. Incluso el alumno que apenas se inicia en la disciplina, en ocasiones se le recomienda leerlos. O por lo menos en la Universidad Veracruzana se ha puesto en marcha el dispositivo “Habilidades del pensamiento” que es una preparación que ayuda al filósofo en formación como dice Eugenio Trías[20]: “Toda propuesta filosófica posee, siempre, su laboratorio particular. Éste puede ser muy distinto, pues la filosofía levanta su vuelo desde ámbitos muy diferenciados.”

Así podemos ir apuntando distintos modos de entender a la filosofía. Sin embargo, el trabajo de Lyotard se me presenta en suma original pues contesta el porqué y no el cómo y el qué. El porqué filosofar. Ya que mi interés era ese, el buscar el origen más primigenio que hace que algunos hombres y mujeres busquen filosofar. La clave misma de ese origen, de ese vestigio, por muchos filósofos olvidada, se encuentra en la etimología misma de la palabra “filosofía”. La cual, la mayoría de quienes nos estamos formando en ella o quienes ya trabajan profesionalmente en esta, sin lugar a dudas sabemos. Pero que en muy pocas ocasiones nos detenemos a pensar las implicaciones de la misma, lo que oculta, lo que no hay de consciente en ella.

Y es en esta labor “arqueológica” en donde el psicoanálisis se muestra como el mejor candidato para ayudarnos a comprender aquello que el filósofo olvida pero que es lo que lo motiva a filosofar. Me refiero al deseo.

El filósofo, como su significado etimológico designa, es aquel que ama a la sabiduría. O aquel que sabe degustar.

Saber y sabor, hombre y deseo. Es lo que entraña el filosofar. La primera asociación nos indica que el acercamiento al saber es semejante a degustar un alimento. Pues suplemente si no te agrada una tesis la escupes, la vomitas, no la asimilas, te cae mal. Por más que el filósofo se dirija a lo más racional, a lo más abstracto, ese elemento irracional estará allí. El elemento del agrado y del desagrado se presenta. Este quedará suavizado con múltiples argumentaciones que el filósofo pueda dar al estar en desacuerdo con algo, siguiendo el ejemplo. Pero recordemos que allí donde el logos esté la dynamis le acompañará. El filosofo en tanto hombre es un ser con deseos. Pues el hombre concentra tanto lo racional como lo irracional. Aquí se presenta la segunda asociación que hemos puesto en este ensayo.

El deseo que evidencia el filósofo es señal de fragilidad de ausencia de incompletad. No de soberbia o de poder, como en ocasiones el mismo filósofo puede llegar a pensar.

Y es esta condición de crear y destruir, de dar vida o muerte, de acercarse y separarse es lo que caracteriza al filósofo. Es decir, el filósofo es el único capaz de someter a prueba su saber, de refutar el de los demás, el de atreverse a abandonar lo construido por él, para empezar de nuevo. Pues el saber en ningún momento se le muestra seguro. Eso lo caracteriza del dogmático y del sabio. Es por ello que la historia de la filosofía no es un monumento al progreso, a la evolución. Sino una evidencia del diálogo, de refutaciones, de constantes inicios, pero nunca de desenlaces.

Aunque la filosofía no sea una gaveta llena de preseas alcanzadas sino de intentos, algunas veces fallidos, sigue siendo seductora, continúa convocando a un sin número de hombre y mujeres que se dan cita, no para encontrar sino para seguir buscando. Pues cada uno de ellos es digno representante de Eros. Son emisarios del deseo.

Podemos concluir que, en efecto es el deseo lo que impulsa a ciertos hombres y mujeres a filosofar.

BIBLIOGRAFÍA

-CITADA
Freud, sigmund, Lo inconsciente, en Freud total 1.0
Lyotard, Jean- François, ¿Porqué filosofar?,”Cuatro conferencias (1964)”, Edición electrónica de www.philosophia.cl/ Escuela de filosofía Universidad ARCIS
Ortega Bobadilla, Julio, Foucault frente a Freud, “Tesis para optar al grado de Maestro en filosofía, Xalapa, Ver., Noviembre 2002
Padilla Oviedo, Hermes, ¿Qué es, entonces, psicoanálisis?, Ed. Universidad de Antioquia, Colombia, 2001

-CONSULTADA
Amado Lévy-valensi, Eliane, La naturaleza del pensamiento inconsciente, FCE, México, 1985
Heidegger, Martin, ¿Qué es metafísica? Ed. Alianza, Madrid, 200, pp. 93-108
Trías, Eugenio, Lo bello y lo siniestro, Ariel, Madrid, España, 2001
Valerio Flandes, Oscar Luis, El filosofar y la Radicalidad, en ERGO Nueva época, No. 17, Xalapa, Ver., México

[1] Jean-François Lyotard, ¿Por qué Filosofar?, “Cuatro conferencias (1964)”, Edición Electrónica de la escuela de Filosofía Universidad ARCIS
[2] Un ejemplo de ello es el ensayo de Oscar Luís Valerio Flandes, El filosofar y la Radicalidad, en ERGO Nueva época, Revista de filosofía Universidad Veracruzana, No.17, Septiembre 2005, Xalapa, Ver., México
[3] Jean-François Lyotard, op.cit. P. 3
[4] Hermes Padilla Oviedo, ¿Qué es, entonces, psicoanálisis?, Ed. Universidad de Antioquia, 2001, P. 4
[5] Sigmund Freud, Lo inconsciente, en Freud total 1.0
[6] Hermes Padilla Oviedo, op.cit.P. 102
[7] Hermes Padilla Oviedo, op.cit.P. 98
[8] Julio Ortega Bobadilla, Foucault frente a Freud, Tesis para optar al grado de Maestro en filosofía, 2002, P. 109
[9] Julio Ortega Bobadilla, op.cit. P.111
[10] Julio Ortega Bobadilla, op.cit. P. 101,102
[11] Lyotard, op.cit., P. 11
[12] Idem
[13] Hermes Padilla Oviedo, op.cit. P. 103
[14] Lyotard, op.cit. P. 9
[15] Lyotard, op.cit. P. 4
[16] Eliane Amado Levy-valensi, La naturaleza del pensamiento inconsciente, FCE, 1985, México, P. 62
[17] Lyotard. Op.cit., P. 19
[18] Lyotard. Op.cit., P. 32
[19] Lyotard, op.cit. P. 40
[20] Eugenio Trías, Lo bello y lo siniestro, Ed. Ariel, Barcelona, España, 8ª ed, 2001, P7